jueves, 2 de febrero de 2012

DUELO DE ALTURA


A lomo de un recio rucio, de vez en cuando -después que llegaron los terrucos- la veíamos aparecer enfundada siempre en apretadísimos pantalones de colores claros. Morena y bajita, le sobraba en ondulaciones lo que le faltaba en estatura. Con todo, mi recuerdo solo se limita a desearla.

En todo caso, mi recuerdo consiste en recordar las palabras de quien -no siendo su marido- tuvo el privilegio que nunca alcancé. “No puedes quejarte. No solo has ganado por cuidar al ganado, sino también por cuidar a la dueña”. Enrojeció y su risa se congeló, en una mezcla de júbilo y de espanto. Desarmado, puesto en evidencia, Arnaucho, habló, por fin; mientras el “Expreso Ambar” daba saltos.

“Un día fuimos a la punta a ver las reses. Después de juntarlos, chacchamos, comimos naranjas y después el fiambre. Estábamos solos y hacía meses que El Loco no volvía. `Está rica tu comida` le dije por ver. `Eso que no has probado lo mejor`, me contesto ella. Entonces hicimos una apuesta para ver quien recogía más leña. Si yo perdía, perdería mi paga de un mes. Ella se fue con su manta, yo con mi soguita. A la hora, exacto, me presenté con mi carga; ella, en cambio, ni aparecía. Al rato asomó, cansada y con muy poca leña. `Te gane`, le dije. `Si, me has ganado. Ahora ven por tu premio`. Lo que ella no sabía era que desde hacia un mes tenia en una cueva la leña guardada.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario